Una distopía en tiempo presente

La historia de un joven francés que vendió acciones de sí mismo a través de un instrumento financiero conocido como token social expone un aspecto problemático de esta nueva fase de la financiarización de la vida: llevado a un nivel masivo podría culminar en que cada ser humano pase a ser un producto, cuyas acciones -en las distintas acepciones de la palabra- dependan de otros.

Rex Woodbury relató hace pocos días en The Atlantic los avatares de un joven parisino llamado Alex Masmej. El muchacho de 23 años tenía la ambición de sumarse al sueño dorado del capitalismo siliconiano en el valle de California, pero carecía de los recursos para llevarlo a cabo. Entonces, recurrió a una novedosa solución: en lugar de pedir prestado a familiares, amigos o la banca tradicional, Alex optó por un instrumento financiero conocido como token social, una forma de criptodivisa cuyo valor gira en torno a una persona, para vender acciones de sí mismo. Recaudó 20 mil dólares.

Woodbury detalla el funcionamiento del instrumento financiero: “Los poseedores de $ALEX recibirían el 15% de los ingresos de Masmej durante los tres años siguientes, con un tope de 100.000 dólares en total, y podrían intercambiar tokens por privilegios especiales: 10.000 $ALEX compraban un retweet de Masmej en Twitter; 20.000 $ALEX, una conversación individual con él; 30.000 $ALEX, una presentación a alguien de su red”. Además, como parte de $ALEX, Masmej diseñó un componente llamado “Controla mi vida“. Los poseedores de tokens podían votar sobre sus decisiones vitales: si debía correr tres millas cada día, dejar de comer carne roja o levantarse a las 6 de la mañana.

El artículo de The Atlantic es optimista con respecto a esta tokenización de la vida, al afirmar que los tokens sociales “forman parte de un fenómeno más amplio y fundamentalmente positivo: todo el mundo se está convirtiendo en inversor”.

En realidad, personas como Alex Masmej se están convirtiendo en un producto, no en un inversor. Al no tener otro activo, una persona puede venderse a sí misma en cuotas y ponerse a arbitrio de designios ajenos en cada aspecto de su vida, una pseudoesclavitud certificada por blockchain.

Una distopía es una imagen de futuro negativa, aunque puede presentar rasgos que se encuentran en el presente. Esta idea de hipotecar el futuro para personas jóvenes tiene relación con el sistema vigente de préstamos estudiantiles en los Estados Unidos, por ejemplo. En la actualidad, casi 48 millones de estudiantes están endeudados para financiar sus estudios por $ 1.730.000.000.000. La diferencia es que en este sistema los prestamistas obtienen una suma fija, lo que lo hace un negocio impersonal, una venta de capital podría inclinar la balanza hacia la búsqueda de los mejores y más baratos estudiantes, para comprarlos y ordenarles que estudiar -por ejemplo, finanzas en lugar de arte-. Las implicancias de un futuro así también incluyen lo atractivo de promover un sistema de este tipo: todos ganan, los menos favorecidos y los inversores.

Claro que, visto con algo más de detalle, los inversores están incentivados a ayudarlos para ganar la mayor cantidad de dinero hasta que vendan su inversión. Este mercado también tendría como decisión importante la de elegir comprar a jóvenes brillantes que aspiran a grandes carreras o a chicos pobres sin formación que no pueden siquiera permitirse pensar en las consecuencias.

El eje argumental es similar a la burbuja hipotecaria en el país del norte que explotó en 2008. Muchas personas fueron convencidas de pedir dinero a tasas elevadas porque siempre estaba la posibilidad de refinanciar. El desenlace es conocido: cuando la crisis mostró sus consecuencias, solo los bancos fueron auxiliados.

Si nos ceñimos a términos estrictamente económicos, el acuerdo logrado por Alex también es preocupante: su token social le hizo recaudar 20 mil dólares por el 15% de los ingresos de 3 años de su empresa en Silicon Valley, hasta un máximo de 100 mil dólares. Pero, si no alcanza 45 mil dólares por año pierde dinero. Por ejemplo, si paga el máximo de 100 mil dólares –debería tener ingresos por 222 mil dólares- abonaría la friolera de 71% anual por ese dinero.

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Clips de Papel

Lo distópico en el caso que hemos reseñado son las consecuencias del modelo. Este tipo de actualización capitalista recuerda a la hipotética inteligencia artificial ideada por el filósofo sueco de la Universidad de Oxford Nick Bostrom: el maximizador de clips de papel o sujetapapeles. Este supuesto consiste en que se le encarga a la IA maximizar el número de clips de papel que produce una fábrica. El maximizador va optimizándose y consiguiendo mayor eficiencia en su labor, pero al mismo tiempo redefine el concepto de recursos disponibles e incorpora todo lo que considere prescindible excepto para su función de fabricar el mayor número posible de clips: primero máquinas en desuso, luego los trabajadores y finalmente todo lo que lo rodea, la Tierra es destruida pero el número de clips de papel es altísimo.

El maximizador de clips de papel es el experimento mental canónico que muestra cómo una inteligencia artificial general, incluso diseñada de forma competente y sin malicia, podría acabar destruyendo a la humanidad. El experimento mental muestra que las IA con valores aparentemente inocuos podrían suponer una amenaza existencial.

El objetivo de maximizar los clips se elige con fines ilustrativos porque es muy poco probable que se lleve a cabo, y tiene poco peligro aparente o carga emocional -en contraste con, por ejemplo, curar el cáncer o ganar guerras-. Esto produce un experimento mental que muestra la contingencia de los valores humanos: Un optimizador extremadamente poderoso -un agente altamente inteligente- podría buscar objetivos completamente ajenos a los nuestros -tesis de la ortogonalidad-, y como efecto secundario destruirnos consumiendo recursos esenciales para nuestra supervivencia.

Y se entiende de forma más clara cuando reemplazamos términos: utilicemos “beneficios” en lugar de “clips de papel” y nos dará una meridiana idea de a que nos referimos con esta parábola hipotética aplicada al caso de la tokenización de la vida: maximizar beneficios sin importar lo que se destruye en el proceso.

Esta nueva financiarización es la más reciente actualización capitalista del maximizador de clips de papel.

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#PA.

5 de diciembre de 2021.

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